Lírica anterior al 39



La poesía española del siglo XX hasta el estallido de la guerra puede dividirse en dos grandes etapas. La primera de ellas abarcaría a los movimientos modernista y noventayochista y la segunda al novecentismo, las vanguardias y el 27.

La lírica modernista.
El término Modernismo hace referencia a una serie de tendencias artísticas europeas y latinoamericanas que revolucionaron el arte de finales del siglo XIX y principios del XX y que, ofreciéndose como alternativa a la literatura realista, consistía en la búsqueda de nuevas formas y de la belleza ornamental. Algunas de sus características más representativas son: la búsqueda de lo bello y lo ideal, el cosmopolitismo, la evasión, la importancia de los valores sensoriales, el prodigioso manejo del idioma, su renovación en el campo de la métrica, etc.
Como movimiento literario, surge de la mano del poeta Rubén Darío y suelen distinguirse dos tendencias en él, aunque a menudo se dan en un mismo poeta:
·       El modernismo parnasiano, que impone en el arte un sentido de disciplina, equilibrio y objetividad (Villaespesa, Manuel Machado).
·       El modernismo intimista, más sobrio, que se da en poetas preocupados por la decadencia nacional (Unamuno, Antonio Machado).

Algunos de los poetas más representativos de la lírica modernista son: Rubén Darío y Antonio Machado. Rubén Darío inicia su obra con Azul…, en la que observamos variedad de ritmos y metros. Son poemas de elegancia refinada y de enorme sensualidad. Prosas profanas representa la plenitud del movimiento. Se produce una castellanización de las formas francesas. Es una poesía preciosista, exótica, de fantasía refinada. El poeta, que ya declaró que detestaba “la vida y el tiempo en que le tocó nacer”, se refugia en una torre de marfil. En Cantos de vida y esperanza se produce una crisis en el esteticismo anterior. Ahora asistimos a una poesía más íntima, más preocupada por el hombre, más angustiada.
Antes de la llegada de Darío, en España existía un ambiente premodernista (Manuel Reina, Salvador Rueda). Pero, sin duda, los mejores frutos del Modernismo en la lírica española hay que buscarlos en dos poetas fundamentales: Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez.
Antonio Machado (Sevilla, 1875-Colliure, 1939) concibe la poesía como “la palabra esencial en el tiempo”. Afirma que “la poesía es el diálogo del hombre con su tiempo”. Su obra sigue esta evolución:
      I.         La primera etapa: escribe una poesía influenciada por el Modernismo Simbolista: Soledades (1903) y Soledades. Galerías. Otros poemas (1907). Alaba a Darío, pero dice que pretende seguir un camino distinto (buscar su voz personal). Trata de sentimientos universales con tres temas principales: tiempo, muerte y Dios.
    II.         La segunda etapa: los primeros rasgos modernistas se depuran en un estilo más adusto, más recio o sobrio. Es cuando sintoniza con los temas, el tono y la intención de los autores de la Generación del 98. Su poemario más noventayochista es Campos de Castilla (1912). A los temas universales y a la introspección del primer libro se le suman el mal de España, la visión crítica, el amor al paisaje castellano.
  III.         Su producción poética es escasa desde 1924. Los nuevos movimientos vanguardistas y el concepto de lírica deshumanizada no sintonizan con su concepción poética. Aún así, durante la guerra, siguió componiendo poemas que recogió en Poesías de guerra, como “El crimen fue en Granada”, una elegía dedicada a Lorca.



La lírica noventayochista.
El movimiento noventayochista, si bien está inmerso en ese clima generalizado de fin de siglo al que hemos llamado Modernismo, presenta unas características propias que lo diferencian: se trata de un movimiento exclusivamente español; su carácter socio-político (el Modernismo era un movimiento cultural y artístico).
Así, dentro del ambiente finisecular, surge en España un grupo de autores, a los que se conoce como Grupo o Generación del 98, que reaccionan ante la crisis del 98. Tras la pérdida de las últimas colonias, a la crisis económica, política y social en que estaba sumida la nación, se le une una crisis de ideas. En los versos de Machado (que da un giro en Campos de Castilla) y de Unamuno se denuncia el atraso y la miseria del campesino castellano y se reivindica la necesidad de una regeneración nacional. A los poetas noventayochistas “les duele España”, como dijo Unamuno.

La lírica novecentista.
En torno a 1914 surge en España una nueva generación de intelectuales, formados en universidades y de clara vocación europeísta, que reacciona contra el sentimentalismo en el arte y propone un nuevo concepto de poesía intelectual. Se los conoce como novecentistas o Generación del 14. A esta corriente de poesía nueva pertenece la poesía pura de Juan Ramón, una poesía pura e intelectualizada.
Sin duda, una de las grandes voces poéticas fue Juan Ramón Jiménez (1881-1958). Aunque la trayectoria de Juan Ramón se inicia con el Modernismo, su obra experimenta una evolución tal que se lo suele estudiar también en el Novecentismo, como ejemplo de “poesía pura”. Su dedicación a la poesía es absoluta, reescribiendo y revisando constantemente su obra. Escribe para la inmensa minoría, consciente de que la lírica es un género minoritario y de la dificultad intrínseca de su poesía.
 El triple objetivo que se manifiesta en su obra (sed de belleza, ansia de conocimiento y anhelo de eternidad) nos sirve para diferenciar sus etapas:
1ª) Primeros libros sencillos, con influencia de Bécquer, poesía “vestida de inocencia”. Renegó más tarde de sus primeros libros de poemas Ninfeas y Alma de Violeta. En posteriores antologías de sus versos sí incluiría Rimas, Arias tristes, Jardines lejanos.
2ª) La etapa sensitiva (hasta 1915) en la que adopta ropajes modernistas, en la línea de un modernismo intimista: La soledad sonora, Laberinto, Melancolía, Sonetos espirituales y Platero y yo (en prosa poética).
3ª) La etapa desnuda o intelectual (de 1916 hasta 1936). Los recursos y temas modernistas darán paso a la concentración formal, conceptual y emotiva, en una poesía nueva, personalísima: Estío, Diario de un poeta recién casado, Eternidades, Piedra y cielo. Esta es la etapa en la que la lírica juanramoniana ejerce cierta influencia sobre los jóvenes poetas del 27, que practican este ideal de poesía pura.
4ª) La etapa suficiente o verdadera (desde 1937 hasta 1958). Poesía cada vez más profunda que desemboca casi en un hermetismo metafísico y místico (diálogo con Dios, la Naturaleza, la Belleza Absoluta). Animal de fondo, Dios deseado y deseante y el largo poema “Espacio”.

Vino, primero, pura,
vestida de inocencia.
Y la amé como un niño.

Luego se fue vistiendo
de no sé qué ropajes.
Y la fui odiando, sin saberlo.

Llegó a ser una reina,
fastuosa de tesoros...
¡Qué iracundia de yel y sin sentido!
...Mas se fue desnudando.
Y yo le sonreía.

Se quedó con la túnica
de su inocencia antigua.
Creí de nuevo en ella.

Y se quitó la túnica,
y apareció desnuda toda...
¡Oh pasión de mi vida, poesía
desnuda, mía para siempre!


La lírica vanguardista.
Desde los años 20 y hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial, las tendencias estéticas que se desarrollan en Europa reciben el nombre de vanguardias. Las vanguardias atraviesan en España por cuatro etapas:
·       Primeros contactos (1908-1918): gracias a Ramón Gómez de la Serna, que ejerce de catalizador invitando a autores europeos a su café, El Pombo, donde organiza presentaciones y da a conocer lo que se cuece en Europa. Él mismo fue un destacado poeta vanguardista con sus greguerías (humor + metáfora.)
·       Ultraísmo y Creacionismo (1918-1925): predominan el juego formal y la deshumanización.
·       Surrealismo (1925-1930): vuelve la rehumanización.
·       La vanguardia se da por concluida hacia 1939.

Algunas características comunes son:
-       tienen su origen en el vitalismo antirracionalista,
-       trascienden el ámbito artístico y se implican con determinadas ideologías (futurismo y fascismo, surrealismo y marxismo),
-       van contra el buen gusto burgués (espantar a los burgueses, provocarles),
-       lanzan manifiestos en los que expresan su deseo constante de novedad y experimentación
-       y, lo más característico, proponen un arte antimimético e intrascendente.
Algunos movimientos de vanguardia son:
v  Futurismo: es un himno a los nuevos inventos. Su máximo representante fue Marinetti.
v  Cubismo: encabezado por Apollinaire con sus caligramas.
v  Dadaísmo: encabezado por Tristan Tzara.
v  Ultraísmo: se busca ir más allá de todos los ismos mediante una síntesis de estos. Destaca Guillermo de Torre con Hélices.
v  Creacionismo: promovido por el poeta chileno Huidobro.
v  Surrealismo: su máximo representante fue André Bretón. Propugna la liberación total del hombre que está sometido a las convenciones morales y sociales. Hay que liberar el poder creador del hombre mediante el sueño y el subconsciente.

La lírica del 27.
El grupo del 27 lo forman Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Federico García Lorca, Luis Cernuda, Rafael Alberti, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre, entre otros. Todos nacen con pocos años de diferencia, su formación intelectual es semejante (la mayoría son universitarios, algunos llegan a ser profesores, como Salinas, Guillén, Alonso) y casi todos pasaron por la Residencia de Estudiantes (Institución Libre de Enseñanaza). El acontecimiento generacional que les une fue la celebración del Tricentenario de la muerte de Góngora, con unos actos de reivindicación del poeta cordobés. Celebran un homenaje en el ateneo sevillano. Colaboran en las mismas revistas (Revista de Occidente, Litoral…)
De 1920 a 1936 sus vidas están muy unidas, pero la guerra y el exilio los dispersarán. No hubo un líder, pese a que algunos hablan de Juan Ramón, dado su magisterio y su labor de mentor en muchos casos. Son muy respetuosos con la tradición literaria española a la vez que están atentos a la novedad; aquí radica, probablemente, su más clara esepcificidad: la asimilación de la tradición lírica y de las vanguardias.
Para ellos la poesía es algo muy serio, que hay que trabajar bien, buscando siempre la perfección formal y conceptual; por eso Góngora es el modelo común. Todos hacen de lo poético un ideal de vida. No existe un único estilo; eso sí, en todos se ve el deseo de renovar el lenguaje poético: empleo más adecuado de la forma y de la lengua, desdén por el sentimentalismo y la retórica vacía, rechazo de cualquier léxico particular como "poético" en sí, poesía como misterio y una marcada tendencia al equilibrio.
El grupo poético atraviesa por las siguientes etapas:
1ª. Desde los primeros poemarios hasta 1927. Influjos de Bécquer y de las primeras vanguardias. En general, son momentos de predominio de una lírica formalista. A la vez y, por influjo de Juan Ramón, se orientan hacia la poesía pura. Se depura el poema de todo lo anecdótico, de toda emoción que no sea puramente artística. Para ello usan mucho la metáfora. También les influye la lírica popular en una línea que se ha dado en llamar de poesía neopopularista.
2ª. Desde 1927 a la Guerra Civil. Comienza a notarse cierto cansancio del puro formalismo. Se inicia un proceso de rehumanización (más notorio en algunos autores, pero presente en todos). Se dan las primeras obras surrealistas. Pasan a primer término nuevos temas humanos como el amor, el deseo de plenitud, las frustraciones, las inquietudes sociales o existenciales... Algunos poetas, debido a sus inquietudes sociales, practican una poesía política.
3ª. Después de la guerra. Lorca muere en 1936. El grupo se dispersa. En el exilio Jorge Guillén escribe Clamor, obra en la que se aleja de la poesía pura. Aparece el tema de la patria perdida. En España quedan sólo Dámaso Alonso y Aleixandre, que hacen poesía angustiada, existencial (Hijos de la ira).

La lírica durante la Guerra Civil (1936-1939).
Durante la Guerra Civil, la poesía se pone al servicio de los bandos combatientes, de forma que hay que distinguir una poesía republicana y otra nacional, ambas con tono exaltado de combate, para incitar a la lucha.
En el bando republicano tenemos revistas como El Mono Azul, Hora de España; en el nacional, Destino, La Ametralladora. Debido a esto, las exigencias formales pasan a un segundo plano y la calidad baja. En 1939, con el fin de la Guerra Civil, la cultura queda escindida. Gran parte de nuestros escritores se va al exilio, sobre todo a Hispanoamérica, donde ejercen una importante influencia intelectual mediante editoriales y revistas. Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre permanecen en el exilio interior.
Dentro de este panorama, una figura excepcional es Miguel Hernández. Sus comienzos están en la lírica neobarroca o neogongorina (Perito en lunas). En 1936 sale a la luz El rayo que no cesa, escrito en sonetos y cuyo eje temático central es el amor. Sin embargo, durante la Guerra Civil escribe poesía comprometida: Viento del pueblo y El hombre acecha; el primero de los cuales, escrito al principio de la contienda, es más optimista; el segundo, desencantado por la proximidad de la derrota. Tras la muerte prematura de su hijo, escribe Cancionero y romancero de ausencias. El tema principal de este poemario es la ausencia, lo perdido. El tono es el propio la lírica tradicional: poemas cortos, arte menor (octosílabos y heptasílabos), rima asonante, canciones, romances, seguidillas, etc. La evolución de Miguel Hernández muestra el cambio de rumbo desde el formalismo hacia la rehumanización en la lírica española de este periodo.

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